🌟 ¿Por qué es bueno enseñar a rezar desde pequeños?
Muchos padres se preguntan si conviene hablar de Dios a sus hijos tan pronto, o si no sería mejor esperar a que ellos decidan cuando sean mayores. La Iglesia, con mucha sabiduría, recuerda que transmitir la fe no es imponer, sino regalar.
1. Un regalo de amor
Los padres siempre desean lo mejor para sus hijos: salud, educación, oportunidades… ¿y qué mayor regalo que la fe, que ilumina la vida entera y da esperanza en los momentos difíciles?
El Papa Francisco lo recuerda en Amoris Laetitia (n. 287):
“La transmisión de la fe supone que los padres introduzcan a los hijos en la experiencia de la oración y los familiaricen con la vida de la Iglesia.”
2. Sembrar confianza y alegría
Mostrar que Dios es un Padre bueno, enseñar que nunca estamos solos, transmitir paz con un gesto sencillo… son semillas que llenan de seguridad el corazón del niño. La señal de la cruz, una canción o un beso a la Virgen hablan más que mil palabras.
3. Una herencia que dura siempre
Los padres transmiten valores, recuerdos y tradiciones familiares. La fe forma parte de esa herencia que deja una huella profunda. Como decía san Juan Pablo II:
“La infancia es el tiempo privilegiado para aprender a abrirse con confianza a Dios.”
4. El mejor acompañamiento para la vida
Educar en la fe no limita la libertad, sino que abre horizontes más grandes. Enseña a caminar de la mano de Dios en cada etapa de la vida.
San Josemaría Escrivá lo recordaba con ternura:
“Sois el mejor medio del que se sirve Dios, para educar a vuestros hijos en la vida de piedad. […] Yo mismo repito todavía las oraciones breves que aprendí de mis padres.”
5. Sembrar una huella que perdura
Enseñar a rezar no significa imponer ni controlar, sino acompañar y abrirles la puerta a una relación cercana con Dios. Cada gesto, cada oración compartida y cada enseñanza deja una huella en su corazón, aunque ellos vayan descubriendo su propio camino a su ritmo.
En palabras de Santa Teresa de Calcuta:
Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.